Juego del asesino: El incidente. [Solución en la página 5]

¡Madre mía  que nervios, mañana es el gran día! ¿Seguirá estando tan guapa como siempre? Seguro que si pero….¿y si al final no va a la fiesta ? Esperaba que sí, bueno, mejor dicho, deseaba con toda su alma volverla a ver.

Había pasado mucho tiempo, pero todavía recordaba las largas tardes de verano, aquellos partidos de futbol a la caída del sol….”él recibiendo la pelota, encarando a un contrario, a otro, regateando, zafándose de él y de los demás que intentaban, sin éxito, frenarle para finalmente marcar gol y ver como ella le miraba con sus preciosos ojos color avellana y esa sonrisa que iluminaba toda su cara.

¡Qué recuerdos, madre mía! Nunca había sido demasiado bueno, ni destacado  en nada pero el futbol era lo suyo, tenían un talento innato, natural. Por eso le encantaban esas tardes, en las que  captaba la atención y despertaba la admiración de  toda la pandilla.

Diría que solo en esos momentos se sentía alguien importante, valioso, poderoso, casi, casi un súper héroe. Realmente eran tardes mágicas, en las que durante unos minutos brillaba con luz propia, mientras  pensaba…”quién sabe…igual algún día, se fija en mí!  

¡Y mañana iba a volver a verla después de tantos años!. Sus caminos se habían separado, pero nunca le había perdido del todo la pista. Lo último que sabía  es que se había divorciado hacía no mucho tiempo. ¡Uf, estaba tan nervioso, que casi no conseguía conciliar el sueño! Quería, deseaba, necesitaba, tenía que  volver a brillar otra vez y esta vez sólo para ella.

Desde que nos llegó su invitación la nostalgia se ha asentado en mi pecho, he intentado recordar que era aquello que me hacía tan feliz, que era lo que había perdido por el camino, porque mi risa ya no tenía el mismo color.

No eran las horas de juego, las meriendas en la calle, los churretes o las locuras de quien aún es algo inconsciente en la vida.

No eran las fantasías que entre todos creábamos creyéndonos imbatibles, ni las promesas hechas con tanta determinación y tan poco realismo.

No eran los secretos contados a media voz, ni las conspiraciones ideadas para cambiar el mundo, tampoco lo eran aquellas travesuras improvisadas donde sin saber muy bien cómo nos veíamos envueltos, huyendo luego, sin dejar a ninguno atrás.

Éramos nosotros mismos, nuestra inocencia, nuestra inconsciencia, nuestra temeridad, nuestra lealtad, nuestras ganas de comernos el mundo y la firme creencia de que lo podíamos hacer.

Han pasado muchos años desde aquello, demasiadas cosas que ahora cargamos en nuestra historia, pero aún sonrió cuando nos recuerdo montados en la bicicleta, cuando jugamos a fútbol como si de una final se tratase, cuando unos y otros nos hacíamos los valientes.

Pero es una sonrisa triste, he tomado demasiadas decisiones erróneas que emborronan los colores de todo.

Me miro en el reflejo de la pantalla del portátil y me doy cuenta de que, sin saber cómo, me he convertido en uno de esos adultos grises,  aburridos, consumida por preocupaciones, temerosa que cualquier nueva situación, hundida.

Son casi las 7, en menos de una hora llegaré a la estación, y cuando baje del tren todo lo oscuro, lo doloroso, los secretos se quedarán atrás. No he mantenido el contacto con ninguno de ellos durante todos estos años, no lo pueden saber.

Y cuando regrese a mi triste piso de las afueras será mi nuevo comienzo, el primer día de muchos, volveré a ser yo. Volveré a ser feliz, a ver en colores. Cueste lo que cueste.

¿¡De verdad?!

Miró la invitación como si de un animal peligroso se tratara.

-Quizás sería mejor obviarla- Pensó, pero sabía que en el fondo esperaba aquello. Sabía que quería verlos de nuevo, hablar con ellos y entablar amistad. Era el momento de ser valiente, de no dejarse achantar por la ansiedad y el miedo, era la hora de ser normal.

Dejó la carta a un lado y fue hasta el sofá, se dejó caer y encendió su vieja PlayStation, la primera, la mejor. Insertó su juego favorito, ese en el que había invertido tantas horas de su niñez, y se envolvió en la conocida sensación de felicidad, aislamiento y concentración.

Casi podía recordar la primera vez que la tuvo en sus manos, cuan feliz y nerviosa se encontraba, cuando intentó hacer volar a ese dragoncito morado por primera vez, solo para averiguar más tarde que no podía. Pero no importaba, él correría a recuperar todos los huevos de dragón.
Recordaba las tardes sentadas frente al televisor, haciendo escupir fuego a Spyro. Recordaba cómo se levantaba temprano en la mañana para poder jugar, antes de que su madre la llevara al colegio. Y como se cabreaba cuando la castigaban sin videojuegos. Nadie la entendía, ella no quería jugar con otros niños, ella quería estar sola y tranquila.

Eran tiempos mejores, pero eso había acabado, era hora de enfrentarse al mundo real.

Aún me acuerdo cuando era niño de todas esas tardes con los amigos jugando en la calle. Cuando hacía buen tiempo quedábamos con varios compañeros de colegio y nos íbamos al parque, o nos llevábamos las consolas y jugábamos partidas entre nosotros, aunque alguna vez al que le tocaba llevar el cable para conectar las consolas, como me cabreaba eso. Realmente es un descanso que ahora las portátiles ya no necesiten cables jajaja

Realmente mi niñez más que de juegos movidos o de las típicas especulaciones de que quiere ser uno de mayor o que chica te gusta de la clase ha sido más bien de dejarse abducir des de bien pequeño por el mundo de los videojuegos, entrar en ellos, poder ser lo que quieres y si algo no va bien, siempre puedes volver a empezar la partida, he podido tener muchos amigos con quienes compartir experiencias pero realmente conmigo mismo he estado muy solo.

Tengo ganas de verlos ya a todos, como estarán, que harán, si tendrán familias o si han cambiado mucho de aspecto, si la vida les ha sonreído o si van más o menos como siempre han estado, puede ser muy divertido.

Aun recuerdo cuando todos ibamos de vacaciones, unidos como la familia que seguimos siendo. Juntos haciamos tantas actividades... buceabamos, visitabamos nuevos lugares y por supuesto veiamos Phineas&Ferb todas las mañanas mientras comiamos tostadas con mermelada y mantequilla. Ahora mismo puedo saborearlas...

Pero todo ha cambiado, si no hubiera rebelado su secreto nada habria pasado, mejor, si no hubiera habido que ocultar nada con los riesgos que eso conlleva. Si hubiera sido responsable. Noto como esos momento felices hayan pasado a los confines de la historia.

Ahora estoy en el aeropuerto deseando llegar a Palma, y comenzar una nueva vida, alejada de malos rollos, cada Navidad nos veremos, pero por mi parte no habra mas ocasiones a lo largo del año, yo no fui la que provoco esta 'rotura familiar'.

Estoy lista para una nueva etapa, llena de prometedoras oportunidades y desafios, en un sitio diferente y maravilloso.

Cuando recibí la invitación no puede evitar sorprenderme, sin saber muy bien si era para bien o para mal.

No había vuelto a saber de mis amigos del grupo desde que empecé la universidad y me fui a estudiar fuera. Aún así, no pude evitar que vinieran a mi mente los buenos momentos mientras la leía: esas quedadas en la calle a la salida del cole o en casa de alguno para pasar la tarde jugando a cualquier cosa que se nos ocurriese, entre risas y cero preocupaciones, o cuando ya en el instituto nos pasábamos el verano de fiesta en fiesta.

Sin embargo, todo aquello queda muy lejos de mi actual vida en Ginebra, donde vivo desde que conseguí entrar a trabajar en el CERN al acabar la universidad. Sinceramente, hacía años que ya no pensaba en ellos.

No voy a ocultar que tenía mis miedos por volvernos a reunir, no nos hemos visto desde que acabó el instituto y cada uno hicimos nuestra vida por separado, pero he tomado una decisión: voy a ir.

En el fondo, tengo curiosidad por saber cómo le va al resto del grupo y será sólo un fin de semana. Además, ¿qué es lo peor que podría pasar?

Miró la invitación con sorpresa, preguntándose a qué venía después de tanto tiempo. Había llegado tarde, cuando los grupos ya estaban hechos, las familias tenían sus amistades y sus rencillas, el lugar tenía sus costumbres. Los forasteros. Los de fuera. Sus juegos eran solitarios, los de alguien que iba y venía continuamente sin tiempo a arraigar. Hasta su consola era portátil, como si los cables fueran demasiada atadura. De hecho, no tuvo el cable hasta que lo compró allí, y cuando conectó por primera vez su juego al de otro en el parque para intercambiar Pokémon una tarde de otoño, le pareció que pasaban más que bits entre esos dos trozos de tecnología.
Irse había sido agridulce: triste, porque había encontrado un hogar por primera vez; alegre, porque seguía teniendo esa vena nómada y el ambiente enrarecido la había impulsado a seguir el viento. Volver iba a ser una aventura.

Me pregunto de dónde habrán sacado mi correo electrónico. Desde hace unos meses soy cada vez más celosa con mi información privada. De hecho me cree esta nueva dirección de correo para tener una que sólo mis familiares y amigos más cercanos tuviesen. Me imagino que mi madre se la habrá facilitado. Cada vez que me ve me recuerda lo asilada que estoy del mundo. Sé que está preocupada, pero al fin y al cabo es mi vida. Mi decisión.
Releeo el correo. Me pregunto si irán todos. Qué tiempos más felices, más fáciles. Nuestra única preocupación era divertirnos. Imitabamos las series de televisión que más nos gustaban y los grupos de música del momento. De aquella no teníamos más que un vh viejo donde veíamos una y otra vez los videoclips que el afortunado dueño del mismo había grabado. Creo que nuestros padres nunca estaban seguros de dónde estábamos o si tendrían que dar de comer o cenar a un grupo de niños que se presentaban de imprevisto. Sonreí al recordar aquellos tiempos y acepté sin pensar la invitación.

- RELATO 1-

Llegó el día. Había conseguido reunir a toda la familia después de tanto tiempo. Todos allí juntos durante unos días que serían memorables, al menos para mí. Ahí estaban, con sus sonrisas falsas como si no hubiera pasado nada, como si la rotura nunca hubiera existido. En ese preciso momento vi claro con quién empezaría: Damzel. Se las arreglaría para que todo pasara a las doce en punto de la noche. Como por arte de magia, allí mismo había un cable de consola, el mismo con el que habíamos jugado tantas tardes. Sería mágico, brillante.

- RELATO 2-

Ya puedo tachar a Fragel de mi lista: ahorcada en el silencio de la noche, a la hora mágica y con el brillo de la luna llena entrando por la ventana. Ya quedan menos a los que estar soportando estos días. Me cuesta tenerlos a todos a mi alrededor pero es un mal necesario para mis propósitos. Me lo tomaré como unas vacaciones más con nuevos retos y, por qué no decirlo, con el consuelo de que pronto acabará toda esta aventura. El cable de la consola me ha sido muy útil pero será mejor cambiar el método esta vez, tampoco quiero que me pillen a la primera, queda mucho por hacer. Pensándolo bien, creo que voy a darle uso a este abrecartas que encontré en aquel cajón que abrí por curiosidad.

- RELATO 3 -

Sabía que el irresistible bocadillo de chocolate con las bayas no me fallaría. Au revoir CiRachel. Ya estás en un sitio más feliz, sin preocupaciones, como tú querías. Al final resulta que estoy haciendo actos altruistas, soy buena persona. Fue rápido e indoloro. Estuvo bien, aunque me apetece que la siguiente víctima me dure un poco más, divertirme sintiendo cómo da su último aliento entre mis manos, no quiero acabar aburriéndome y dejando todo esto a medias. Quiero pensar el siguiente paso con calma, incluso me ronda por la cabeza dejarlos vivir hasta que veo el estigma. Soy consciente de mis cambios repentinos pero, en el fondo, tienen su gracia. He aprendido a vivir con ello o, al menos, eso creo. No se qué opinará el resto del mundo, pero me importa más bien poco. ¡Ya lo tengo! ¿Y si vamos al parque? Así empezaría una nueva partida más que interesante sin tener que ir a los confines del mundo. Voy a pensar un momento qué utilizo esta vez. Dejaré volar la imaginación unos minutos. Ahora que recuerdo...hay allí un gran lago donde pasábamos horas buceando, buscando tesoros, como si el mundo real no existiera para nosotros. Decidido: será allí. Al final, la naturaleza será mi gran aliada, mi gran confidente.

Me apuuunto  

BelleBC dijo:

Me apuuunto  

  Cuando se prueba la sangre ya no se puede parar, ¿verdad?  

Jajajaj, me has arrastrado al lado oscuro    

Cuenta conmigo.

¡¡ Que corra la sangre !!

Desde que nos llegó su invitación la nostalgia se ha asentado en mi pecho, he intentado recordar que era aquello que me hacía tan feliz, que era lo que había perdido por el camino, porque mi risa ya no tenía el mismo color.

No eran las horas de juego, las meriendas en la calle, los churretes o las locuras de quien aún es algo inconsciente en la vida.

No eran las fantasías que entre todos creábamos creyéndonos imbatibles, ni las promesas hechas con tanta determinación y tan poco realismo.

No eran los secretos contados a media voz, ni las conspiraciones ideadas para cambiar el mundo, tampoco lo eran aquellas travesuras improvisadas donde sin saber muy bien cómo nos veíamos envueltos, huyendo luego, sin dejar a ninguno atrás.

Éramos nosotros mismos, nuestra inocencia, nuestra inconsciencia, nuestra temeridad, nuestra lealtad, nuestras ganas de comernos el mundo y la firme creencia de que lo podíamos hacer.

Han pasado muchos años desde aquello, demasiadas cosas que ahora cargamos en nuestra historia, pero aún sonrió cuando nos recuerdo montados en la bicicleta, cuando jugamos a fútbol como si de una final se tratase, cuando unos y otros nos hacíamos los valientes.

Pero es una sonrisa triste, he tomado demasiadas decisiones erróneas que emborronan los colores de todo.

Me miro en el reflejo de la pantalla del portátil y me doy cuenta de que, sin saber cómo, me he convertido en uno de esos adultos grises,  aburridos, consumida por preocupaciones, temerosa que cualquier nueva situación, hundida.

Son casi las 7, en menos de una hora llegaré a la estación, y cuando baje del tren todo lo oscuro, lo doloroso, los secretos se quedarán atrás. No he mantenido el contacto con ninguno de ellos durante todos estos años, no lo pueden saber.

Y cuando regrese a mi triste piso de las afueras será mi nuevo comienzo, el primer día de muchos, volveré a ser yo. Volveré a ser feliz, a ver en colores. Cueste lo que cueste.

Venga, ¡yo también me apunto! Creo que me he enterado de cómo va, pero sed pacientes conmigo que soy novatilla  

Venga, ¡yo también me apunto! Creo que me he enterado de cómo va, pero sed pacientes conmigo que soy novatilla  

¿¡De verdad?!

Miró la invitación como si de un animal peligroso se tratara.

-Quizás sería mejor obviarla- Pensó, pero sabía que en el fondo esperaba aquello. Sabía que quería verlos de nuevo, hablar con ellos y entablar amistad. Era el momento de ser valiente, de no dejarse achantar por la ansiedad y el miedo, era la hora de ser normal.

Dejó la carta a un lado y fue hasta el sofá, se dejó caer y encendió su vieja PlayStation, la primera, la mejor. Insertó su juego favorito, ese en el que había invertido tantas horas de su niñez, y se envolvió en la conocida sensación de felicidad, aislamiento y concentración.

Casi podía recordar la primera vez que la tuvo en sus manos, cuan feliz y nerviosa se encontraba, cuando intentó hacer volar a ese dragoncito morado por primera vez, solo para averiguar más tarde que no podía. Pero no importaba, él correría a recuperar todos los huevos de dragón.
Recordaba las tardes sentadas frente al televisor, haciendo escupir fuego a Spyro. Recordaba cómo se levantaba temprano en la mañana para poder jugar, antes de que su madre la llevara al colegio. Y como se cabreaba cuando la castigaban sin videojuegos. Nadie la entendía, ella no quería jugar con otros niños, ella quería estar sola y tranquila.

Eran tiempos mejores, pero eso había acabado, era hora de enfrentarse al mundo real.