Juego del asesino: ¿Quién se quedará con la herencia? [Fin del juego: página 11.]

Zadar, eliminada por votación popular.  

En unos minutos... otro relato sale del horno...  

Pues entonces, a no ser que Zadar te mate estás a salvo,porque yo tampoco te he votado a ti, he apuntado hacia ti, te he votado en todas las rondas, pero siempre he creído que era Zadar

- Relato 4 -

"La tenía delante de mi. El final estaba cerca, solo faltaba un peldaño para alcanzar mi destino...."

Gemma lloraba la muerte de su prima, nunca se llevaron bien, pero en el fondo era la que mejor le caía de la familia. La cruenta forma de morir era lo que más la sobrecogía... si hubiera sabido la que se le venía encima...
Una sombra se removía entre las sombras del salón... ahí estaba otra vez, con una idea clara en la mente, matar.
Todo ocurrió en unos pocos segundos, se abalanzó sobre Gemma con el hacha que guardaba el tío Bernard en el cobertizo. ZAS... y lo hundió en su cráneo sin dudar.

Gemma cayó al suelo con un hilo de vida, una mínima fuerza que le permitió darse la vuelta y mirar a los ojos de su asesinA. Era ella, TroyAde... De poco le sirvió ya... un segundo hachazo en medio del pecho acabó con el secreto para siempre.

Y allí quedó Gemma, tendida en medio del salón, en un charco de sangre, de un color tan intenso como los rosales del tío Bernard.

- Relato final; escrito por moderación -

Ella estaba ahí, con la mirada perdida; una mirada que jamás olvidaré, de lunática y esa sonrisa... Esa sonrisa helaría la sangre a cualquiera. Todavía tenía el hacha chorreante de sangre en la mano; la sangre de Gema, su última víctima.

De pronto, fijó su mirada en mí y me saludó con la mano, la mano que tenía libre. Yo no podía apartar mi mirada de la otra; estaba seguro de que eran mis últimos segundos de vida. Sin embargo, ella habló:

- Austin, parece que la reforma de tu tienda  tendrá que esperar, ¿no crees?

No lo dudé ni un segundo, salí despavorido de aquella propiedad, a la que jamás volvería. Jamás.

Ella, TroyAde, ella, había masacrado a toda nuestra familia... Feliz herencia.

Lo sabía, ¡¡¡ te he votado a ti!!!

Tiaaa, de un hachazo en la cabeza, ¿no había algo más violento?

Y...¿ qué ha sio eso de que le prometiste a Agustín que no lo ibas a matar?...juuumm

En serio, muy bien jugado, pero cualquiera se fía de ti si jugamos otro

Trevelyan tiene que estar en su casa diciendo: Os lo dije... XDDD

¿Ya no se hace eso de revelar las pistas?


 

Damzel dijo:

Trevelyan tiene que estar en su casa diciendo: Os lo dije... XDDD

Pues...  

Bueno, ha estado muy guay.
Ahora creó que deberíamos dejar un ratito de reposo, así el próximo lo cogemos con más ganas.

El que fue muy divertido fue el del freak show, el segundo que se hizo.  

Es que ese lo cogimos con muchas ganas, que como el primero fue tan corto, nos podían las ansias de muerte

Poco a poco anocheció. La mansión del tio Bernard era ya lo único que quedaba de él y allí estabamos todos, como buitres carroñeros, esperando el momento de arrancar nuestro pedazo.
Me daba asco compartir techo con el resto de la familia pero no quedaba otra, sin embargo lo peor no era compartir techo, si no compartir el dinero de aquella suculenta herencia.
Debía ser mío por muchas razones que ahora no voy a contar y nadie se iba a interponer en mi camino.
La primera que suponia un riesgo era ello, esa maldita ama de llaves que todo lo sabía, así que
era mi primer objetivo. Cuando todos durmiesen... acabaría con ella.
A las 1- 12 de la madrugada ya todos dormían asi que salí con la ayuda de una vela de aquella habitación, como sacada de una de 2- esas viejas películas clásicas en blanco y negro que echaban por las noches.
3- Me deslizé sin hacer ruido, y encaminé mis pasos hacia la de Damzel portando conmigo un cuchillo de 4- grandes dimensiones que cogí de la cocina del tío Bernard.
Fue rápido, fugaz como un suspiro. 5- Clavé el afilado cuchillo en el pecho de la mujer, sin piedad como matan a un puerco en una matanza para hacer embutido, es parte del proceso. 6- El peculiar color de la sangre pronto cubrió toda la cama. No era nada personal.
Apenas reaccionó, solo abrió los ojos para mirarme por última vez, solo ella sabía lo que llevaba entre manos y por desgracia, no podría contarselo a nadie...

Por la mañana todos estaban reunidos en la sala principal, todos menos la ama de llaves. Cuando supieron la noticia alguien presente en 1- aquel salón no sé sorprendio. Yo. Tampoco sentí el menor remordimiento ni la más mínima compasión.
Fueron a desayunar con el cuerpo removido y sin explicarse quien podía haber hecho tal cosa. Olía a tostadas chamuscadas, 2- los mayordomos sirvieron café colombiano y pan 3- a buen ritmo por toda la mesa y en un descuido cuando nadie miraba... plof... saqué una pastilla de arsénico de mi bolso y la sumergí en la taza de Lylyacogida. 3- Todos se sentaron a la mesa, bebieron y comieron en silencio hasta que un grito atrajo la atención de todos los que alli estaban.
Lylyacogida llevó sus manos a su graganta, como si le faltara el aire, 5- saltaba y tosía al compás, como si fuera 6- un espectáculo preparado, todos la miraban pero nadie hacía nada ante su agonía, como un pez fuera del agua.
7- Miraron atónitos ¿qué estaba pasando? 8- fueron dos minutos de incertidumbre, en ese momento Lylyacogida se levantó, parecía que hubiera sido todo una macabra broma y acto seguidos... se desplomó inerte en medio del comedor. Había muerto envenenada 9- ante los ojos de todos, sin que nadie pudiera evitarlo.
Ya estaba más cerca de mi meta.

1- La tercera víctima estaba clara. A ella le gustaba pescar.
Keenamstaff se encontraba preparando sus aparejos de pesca aquella mañana, era temprano, todos dormían aún y soñaban con llenarse los bolsillos con la herencia de tío Bernard.
2- Salió de la habitación sibilinamente, no podía hacer ningún ruido si quería cumplir su objetivo. A pasos lentos se aproximó a ella, que estaba con su maletín abierto sobre la cama. Tuvo que controlar su respiración si no quería verse delatada. 3- Contó en silencio y 4- a la de tres se abalanzó sobre la despistada Keenamstaff, bordeando su fino cuello con una soga marinera.
Ella, inútilmente se revolvió mientras 5- su respiración se hacía cada vez más sonora por la falta de oxígeno, 6-con la boca abierta, como un jurel, como uno de tantos a los que dio muerte con su caña. Tras unos minutos Keenamstaff cayó como un peso muerto sobre el piso, 7- la miró una última vez a los ojos, como si entre la guasa y la maldad se despidiera de ella.
Allí quedó Keenamstaff, con el rostro desencajado. El color amoratado de su tez desvelaba la causa de su fallecimiento, la rozadura, de 8- un color rojo oscuro que dejó la cuerda en su cuello completaba el parte del forense.[/b]