Usuario | Titulo: Las "bases científicas" de la homeopatía |
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Publicado: Thursday 26 de April de 2012, 15:45
A. Naturaleza de la enfermedad: La enfermedad es una simple perversión de los poderes vitales frente a la acción de un proceso morboso. Por lo tanto, es un fenómeno absolutamente inmaterial que engloba a la totalidad de la persona. La enfermedad no puede ser abstraída del sujeto. La acción del médico debe dirigirse a cuidar que el organismo restaure espontáneamente esos poderes vitales, tratando a todos los pacientes con el mismo método.(12) Comentario. Esta posición es una consecuencia del concepto que, en la época en que fue enunciada la Homeopatía, se tenía acerca de los mecanismos de la vida. Se creía en la energía vital -vitalismo- propia y exclusiva de los seres vivos, totalmente ajena a las energías física y química que sólo se aceptaban en el mundo inanimado. No se tenía la más mínima idea de los complejísimos fenómenos fisiológicos y fisiopatológicos de la salud y de la enfermedad, respectivamente. El vitalismo fue completamente desterrado de la biología en la segunda mitad del siglo XIX, aunque los homeópatas sigan aceptando la «energía vital». Por lo tanto, el mencionado principio de la Homeopatía no tiene, en el momento actual, ninguna validez. B. Principio de los semejantes: Las enfermedades deben ser curadas por medicamentos, sean de origen animal, vegetal o mineral, cuya administración, en grandes dosis, a un ser humano produzca los mismos síntomas que la enfermedad. A título de ejemplo: en el estreñimiento se administra opio, carbón vegetal, etcétera.(11) Comentario. Este principio de la Homeopatía tiene su origen en la Antigüedad, cuando se creía (y aún creen los astrólogos y sus seguidores) que los acontecimientos cosmológicos influyen en el ser humano en una forma absolutamente mística, que no tiene nada que ver con los hechos reales. Así, se inventaron la «ley de las signaturas» y la «ley de los semejantes». Las signaturas eran, en la medicina antigua, las denominaciones que se daban a ciertas particularidades de las plantas o de otras cosas, que, por semejanza, se tomaban como indicación de sus virtudes medicinales; así el color amarillo del azufre se consideraba señal de que esta sustancia era adecuada para el tratamiento de la ictericia; las hojas de hepática (pequeñas plantas pertenecientes al grupo de los musgos) se recomendaban por su forma de hígado para tratar las afecciones de ese órgano; se aceptaba que la mandrágora (hierba solanácea, es decir, del mismo grupo de las plantas de papa) poseía virtudes mágicas contra muchas afecciones humanas, pues su raíz, semejante a una zanahoria, es, a veces, bífida: en este caso recuerda a los miembros inferiores del ser humano. Tan grande fue el prestigio de esa planta que se la usó desde algunos años antes de la Era Cristiana hasta el siglo XVII. Posee una sustancia de propiedades parecidas a las de la atropina; por eso, en ciertas cantidades puede ser tóxica. La segunda ley mencionada («ley de los semejantes») pretendía establecer que ciertas sustancias eran consideradas como medicamentos pues, ingeridas por un ser humano sano, inducían síntomas similares a los de ciertas enfermedades y que, por lo tanto, debían curar a estas (se decía, abreviadamente, «los semejantes son curados por los semejantes»). En 1790, Hahnemann retomó esta idea (de ahí el nombre de Homeopatía, del griego hómoios, parecido; páthos, enfermedad) mientras traducía al alemán un Manual de Materia Médica (en lenguaje actual, conjunto de las sustancias de que se sacan los medicamentos) de origen inglés. Así, creyó ver una similitud entre las alteraciones que provoca la quina y los síntomas del paludismo. (La quina es la corteza del árbol de América del Sur llamado quinogén. Cinchona- conocida, desde 1633, como eficaz contra la fiebre palúdica.) Decidió experimentar en sí mismo la infusión de dicha corteza en fuertes dosis, dos veces diarias durante seis días; aparecieron síntomas que le recordaron al paludismo: temblores, enfriamiento de las extremidades, palpitaciones cardiacas, cefaleas, obnubilación. De aquí a aceptar y adoptar la «ley de los semejantes» sólo mediaba un paso. Bastó lo dicho para que, como segunda etapa de su estudio, Hahnemann pidiera colaboración a diversos colegas para que se administraran diversas sustancias, tóxicas o no y anotaran los síntomas experimentados. Como tercera etapa administró cada una de esas sustancias a pacientes que presentaban síntomas que él consideró similares a los provocados por los medicamentos. En los seis días que duraron esas experiencias, se comprobó, a menudo, que las esperadas curaciones terminaban en agravaciones y aun comas; recordemos que entre las sustancias administradas se encontraban arsénico, mercurio, antimonio, etcétera, con las cuales no se juega. (En favor de Hahnemann, debemos decir que tenía, como se ve, conocimientos del método científico aunque este no fuera usado del modo más conveniente; la época lo disculpa.) La falacia del «principio de los similares» reside en dos puntos. En primer lugar, Hahnemann, que murió en 1843, no podía conocer la etiología del paludismo, el protozoario llamado Plasmodium, descubierto por Laveran, en Francia, en 1880. La razón de que la quina produzca un descenso de la temperatura en el palúdico y pueda curar la afección, reside en que ese medicamento es tóxico, en dosis terapéuticas, para el Plasmodium y anula a este, por lo menos temporalmente. En segundo lugar, si la administración de quina genera síntomas parecidos a los del paludismo, lo hace en dosis tóxicas para el hombre, muy superiores a las que se emplean contra la enfermedad. En suma, «el principio de los similares» no tiene, tampoco, fundamento científico. Para completar un ejemplo antedicho, en el estreñimiento se emplean «semejantes» como el opio y el carbón vegetal que son constipativos intestinales. Pero al mismo tiempo se indica, también, brionia y veratrum,(11) plantas cuyos alcaloides respectivos -brionina y veratrina- poseen propiedades catárticas. Estas contradicciones escapan a nuestra comprensión. Además, en el «principio de los semejantes» se halla implícito otro problema: los medicamentos homeopáticos, para curar una enfermedad, deben ser capaces de producir los mismos síntomas que dicha enfermedad. Por tanto la persona que practica la Homeopatía debe conocer muy bien la Semiología para que, mediante un largo interrogatorio, (8) llegue a conocer todos los síntomas del paciente. Y eso, según sabemos los médicos, no siempre es fácil. ¿Lo será para los homeópatas no médicos? ¿Qué formación clínica tienen esas personas? Por otra parte, la interpretación de los síntomas y el hallazgo de sus causas así como la realización de exámenes físicos y paraclínicos -claves de la medicina científica- no parece preocuparles. En suma, desde este punto de vista, el panorama es más que incierto. Otro punto que llama la atención de la práctica homeopática es el empleo de ciertos textos como guía terapéutica. Específicamente, nos queremos referir al que figura como (11) en la reseña bibliográfica de este artículo. Es una reedición, en 1992, de un libro aparecido en 1845. Ese libro contiene una nosología que ni siquiera es adecuada a aquella época; en efecto la diabetes, por ejemplo, se define (p. 79) como una «enfermedad» caracterizada por un aumento considerable y alteración manifiesta de la «secreción de la orina con sed viva y enflaquecimiento progresivo», ignorándose que ya en 1815 el francés Chevreul había identificado el azúcar en la orina de los diabéticos como glucosa. Por otra parte, para su tratamiento se emplea belladona, plata, carbón vegetal, ácido fosfórico, Scilla (¿cebolla albarrana de propiedades diuréticas?) y Ledum (cuya naturaleza ignoramos). El solo ejemplo de ese libro bastaría para rechazar todo el edificio de la Homeopatía actual. Finalmente, el término Homeopatía ha originado que a la medicina científica se la denomine Alopatía (del griego allos, otro), como método terapéutico consistente en emplear medicamentos que producen, en el estado sano, fenómenos distintos de los que se observan en las enfermedades que se trata de combatir. Así las cosas, parecería que contraponiendo las denominación, se pretende considerar en pie de igualdad a la Homeopatía y a la medicina científica. Esto puede haber sido adecuado en la época en que se creó la primera pero jamás desde la mitad de siglo XIX en adelante. C. Principio de las diluciones: Los medicamentos homeopáticos deben ser admininistrados en forma muy diluida en agua destilada o en agua-alcohol y tanto más diluida cuanto mayor (sic) acción terapéutica se desee. Según el caso, un mismo medicamento se puede administrar en diversas diluciones. Las diluciones se preparan en forma progresiva y cada una es cien veces más diluida que la anterior; por eso se les llama «centesimales hahnemannianas» y se designan con la sigla cH. Para la primera dilución, se mezcla una parte de la sustancia en 99 de agua o de agua-alcohol: es la dilución cH1 y corresponde a 1/100. Luego se toma una parte de cH1 y se diluye, otra vez, en 99 partes del solvente: es la dilución cH2 y corresponde a l/10 000. Se toma una parte de cH2 y se diluye, nuevamente, en 99 partes del mismo solvente: es la dilución cH3 que corresponde a 1/1 000 000. cH4 es una dilución de 1/100 000 000. Así se sigue hasta cH200 que equivale a 1/(1 seguido de 400 ceros): es la máxima dilución,(8) aunque la máxima dilución más corriente sea cH30. Esas diluciones son ingeridas por el paciente, en forma de gránulos, gotas o infusiones o aplicadas exteriormente como trituraciones, pomadas, etcétera. Comentario. Es probable que este principio fue adoptado al observarse los nefastos resultados, antes descritos, obtenidos por Hahnemann con las altas dosis. La irrealidad del mismo reside en un hecho básico: en la época en que fue creada la Homeopatía, recién se daban los primeros pasos en el conocimiento de la estructura atómica de la materia. En efecto, por un lado, ese principio sólo puede haber sido enunciado suponiendo que la materia es divisible indefinidamente; en otras palabras, ignorando que la materia está formada por átomos, es decir partículas indivisibles. El atomismo que, planteado por el griego Demócrito en el año 430 a. de J.C. basándose puramente en razonamientos, y apoyado por el poeta romano Lucrecio 500 años más tarde, encontró su primer apoyo experimental en 1662 cuando el inglés Boyle estudio la compresibilidad del aire y dedujo que ello era posible porque ese gas estaba formado por pequeñísimas partículas inmersas en el vacío. Es recién en 1797 (por tanto en vida de Hahnemann) que el francés Proust estableció que una sustancia compuesta está formada por sustancias simples, siempre en las mismas proporciones («ley de las proporciones definidas»). Y un inglés, Dalton, formuló en 1803 la «moderna teoría atómica», basándose en la ley de Proust. En 1809, la confirmó el francés Gay-Lussac al establecer, para los gases, la «ley de la combinación de volúmenes». Más arriba dijimos que Hahnemann inició sus trabajos en 1790 en que se ignoraban los átomos; pero estos fueron confirmados, según terminamos de ver, pocos años después. Por tanto, ni Hahnemann ni sus seguidores demostraron poseer una información científica adecuada a la época. Pero, por otro lado, y dentro del mismo tema, señalemos otro dato capital. Cada sustancia, sea simple o compuesta, en estado puro, tiene su peso molecular característico. Si de cada sustancia tomamos un número de gramos igual a cada uno de los pesos moleculares, resulta que esas diferentes cantidades tienen el mismo número de moléculas, número que equivale a 602 000 trillones (602 000 000 000 000 000 000 000). Es el número compuesto por 24 dígitos, previsto por el italiano Avogadro, en 1811, calculado con exactitud más adelante en el siglo XIX, por el austriaco Loschmidt y confirmado plenamente en el siglo XX. Obsérvese que si hacemos diluciones según las reglas homeopáticas, al cabo de 12 diluciones (cH12) no nos quedará ninguna molécula (a lo sumo y por casualidad sólo una) de las sustancias que diluimos (cada dilución equivale a quitar dos dígitos al número de Avogadro). Como las diluciones por encima de cH12 son muy comúnmente usadas, resulta que gran parte de los medicamentos homeopáticos no tienen absolutamente nada de la sustancia que la etiqueta del recipiente dice tener; en otras palabras, como el excipiente que se usa para hacer los gránulos y gotas está formado por agua -o agua-alcohol- y un azúcar -lactosa o sacarosa- los mencionados gránulos sólo tienen un azúcar, pues el agua se evapora, o sólo agua y azúcar en las gotas. Un periodista científico francés ingirió, como prueba, 800 gránulos de arsénico blanco (el «veneno» por excelencia, As2 O3), incluyendo todas las diluciones que existen en el comercio homeopático, sin experimentar ninguna molestia. En cuanto al postulado según el cual cuanto mayor es la dilución mayor es el efecto terapéutico, diremos que él está reñido con la más elemental lógica. Si bien no está totalmente aclarado el mecanismo de la acción de los medicamentos convencionales, la mayor parte de las teorías al respecto toman como base la ley de acción de masas.(4) Es decir, que en eso juegan: la cantidad de medicamento, la cantidad de receptores celulares sobre los que se fija el medicamento y la cantidad del complejo medicamento-receptor formado. Más aún, las perspectivas cercanas de la Farmacología son sumamente prometedoras. Por ejemplo: las plantas, bajo una interpretación científica rigurosa, pueden ser fuente casi inagotable de nuevos fármacos; ahora se pueden proyectar medicamentos a la medida; la química combinatoria nos ofrece, en forma rápida, las diferentes configuraciones en que puede aparecer un conjunto de moléculas, lo que se ve acrecentado si se recurre a la simulación por ordenador y al diseño racional de sustancias terapéuticas, etcétera. Para los médicos que no poseemos la especialidad de la Farmacología y también para los homeópatas, recomendamos, a este respecto, la lectura de la referencia. (7) En suma, el principio de las diluciones es pura fantasía. D. Principio de la sucusión. Los medicamentos diluidos adquieren sus propiedades homeopáticas, se «dinamizan» si entre dilución y dilución, se sacuden (no se revuelven) fuertemente cien veces, sobre una superficie absorbente (sic) de la consistencia de una palma de mano; a esta operación, los homeópatas le aplican el viejo término médico de «sucusión». A mayor dilución y más amplia sucusión, más grande es el efecto terapéutico.(12) Comentario. Para que el medicamento o casi cualquier sustancia, según es bien conocido, tenga algún cambio en sus propiedades, es necesario que experimente ciertas modificaciones. Éstas pueden ocurrir: a) En la relación existente entre sus moléculas; tal sucede con el agua, según esté congelada, o líquida o vaporizada; con el carbono, según se presente como grafito, como diamante o como fulereno, etcétera. b) A nivel de los electrones que componen los átomos; así ocurre cuando se combinan dos átomos, sea para formar una molécula de la misma sustancia, sea para formar una molécula de una nueva sustancia. También, cuando un átomo fluorescente recibe un haz de luz, los fotones ceden su energía a un electrón y este pasa a una órbita más externa: pero enseguida ceden dicha energía volviendo a la órbita primitiva y emitiendo luz. c) A nivel del núcleo atómico y entonces entramos en el terreno de la radiactividad y de la energía nuclear. Nada de lo mencionado se logra, casi nunca, por simple sacudimiento. Hay pocas sustancias que se modifican por golpes leves, como ejemplo recordemos la nitroglicerina y el fulminato de mercurio o de plata que, al igual que el hidrógeno, son explosivos por su extraordinaria facilidad para combinarse bruscamente con el oxígeno del aire.Por tanto, el principio de la sucusión tampoco tiene validez científica. Quizá, la creencia en la sucusión sea una reminiscencia de la transmutación alquimista de los elementos. No se nos ocurre otra explicación. E. Principio de un solo medicamento: Establece que una sola medicina debe combatir todos los síntomas que el paciente experimenta, ya sean físicos, emocionales o mentales. Sin embargo, algunos homeópatas emplean sustancias combinadas, aunque no las encuentran tan efectivas como la medicación única.6 Comentario. Volvemos a lo que manifestamos antes: sólo la ignorancia, en tiempos de Hahnemann, de la naturaleza de las enfermedades, pudo conducir a este tipo de afirmaciones. Los éxitos de la terapéutica actual, que emplea múltiples fármacos, basada fundamentalmente en premisas científicas –a pesar de algunos errores o ineficacias– así lo confirman. Bien lo sabe cualquier estudiante de medicina que haya rendido su examen de Farmacología y Terapéutica. F. La alimentación adecuada y la higiene personal son fundamentales. Es este un principio que actualmente nadie puede discutir. Por otra parte, esta conducta había sido ya establecida en el siglo xvi por Sydenham. No insistiremos en este punto. G. Intentos posteriores a Hahnemann de justificar la Homeopatía º Después de 1884, en que se puso de manifiesto, por el sueco Arrhenius, el hecho de que los electrólitos disueltos generan iones, los homeópatas creyeron ver en ellos los elementos activos de sus medicamentos. Comentario. Ninguno de los experimentos realizados, con el fin de demostrar ese mecanismo, tuvo resultados positivos, y ello, que nosotros sepamos, no ha vuelto a mencionarse. º En 1988, un químico francés de renombre internacional1 describió en una importante revista científica inglesa (Nature) lo que él llamó la «memoria del agua». Se trataba de la presunta característica por la que el agua parecía adquirir, conservar y transmitir las propiedades de las sustancias que han estado disueltas en ella y que luego se han extraído totalmente de la solución. Comentario. Dicha «memoria» no pudo ser confirmada por ningún otro químico interesado en el tema y el hecho ha quedado como un ejemplo de lo que no debe ser una investigación científica. Es más, la Sociedad de científicos ganadores de premios Nobel le ha concedido al autor el premio antiNobel para señalar la aberración de sus trabajos. Sin embargo, los homeópatas tomaron la «memoria del agua» como uno de los puntales para la explicación de la acción homeopática. En efecto, la aceptación de que las diluciones excesivas conducen a la desaparición del soluto, les obligó a suponer que estos dejan su recuerdo en el agua, lo que pareció una tabla de salvación. º En 1994, el inglés Reilly10 y colaboradores intentan demostrar que la Homeopatía tiene una acción inexplicable pero reproducible, que difiere del efecto placebo. Se trata de un trabajo estadístico acerca de la acción de la Homeopatía (inmunoterapia por medio de granos de polen tratados según los métodos homeopáticos) sobre el asma, comparada con un placebo. Se busca allí confirmar o no el resultado dudoso de dos trabajos anteriores del mismo autor relativos a la acción de los medicamentos homeopáticos sobre la alergia por inhalación (fiebre de heno en esos dos artículos). Comentario. Este trabajo fue sometido a crítica por Jean F. Bergmann,3 profesor de Terapéutica en el Hospital Lariboisière de París y especialista en metodología de ensayos terapéuticos. Las conclusiones de esa crítica son lapidarias en lo que a conducción y resultados se refiere. Veamos: a) el número de pacientes tratados fue muy exiguo para el tipo de investigación realizada; b) la sintomatología de los enfermos elegidos era poco florida y debe ser lo contrario cuando se experimenta con medicamentos contra el asma; c) de los once pacientes tratados homeopáticamente, sólo uno mostró mejoría; d) durante la experiencia, todos los pacientes continuaron con el tratamiento antiasmático alopático común; e) se usaron dos trabajos anteriores sobre el efecto de la Homeopatía en la fiebre de heno –de resultados dudosos– como puntos de referencia, etcétera. El hecho de que una revista seria como es The Lancet haya publicado el trabajo referido se explica porque dicho artículo fue apoyado por la Fundación Real de Gran Bretaña y es sabido que toda la familia Real británica es decidida partidaria de la Homeopatía. Además, el autor (Reilly) es presentado como integrante del Servicio de Medicina del hospital de Glasgow, cuando en realidad pertenece al Hospital Homeopático de esa ciudad: es, pues, un homeópata. Finalmente, entre los patrocinadores del artículo se hallan, asimismo, el Laboratorio Homeopático Boiron de Lyon (Francia) y la Fundación Francesa para la Investigación en Homeopatía. A pesar de todo lo que terminamos de comentar, este trabajo parece constituir en la actualidad un firme apoyo para los homeópatas. Así, Sandow12 dice: «La práctica de la Homeopatía se basa sólidamente en principios elucidados hace una centuria o más, que no han sido estudiados en profundidad en la mayor parte de los medicamentos por los métodos científicos modernos. La comunidad médica ha tratado ásperamente a la Homeopatía en la literatura, expresando a menudo fuertes acusaciones emocionales de charlatanería y fraude. La idea de que las sustancias diluidas puedan tener alguna acción aparte de un efecto placebo es ridícula para muchos. [...] En realidad, hay (sic) acciones. La naturaleza exacta de estas acciones, sin embargo, no es conocida con precisión, como así ocurre con los medicamentos convencionales. Se han postulado mecanismos pero no han sido bien estudiados. En lugar de estudiar la Homeopatía, la comunidad científica la ha ignorado o intenta suprimirla. Ahora que el fenómeno ha sido bien establecido, los detalles necesitan ser aclarados por los medios de que se dispone en el final del siglo xx». º En 1996, Beneviste, con colaboradores, vuelve en un libro a tratar de justificar la Homeopatía.2 Allí se establece lo siguiente: Respecto a los medicamentos homeopáticos se dice: a) A medida que van desapareciendo en las sucesivas diluciones y sufriendo la acción de los sacudimientos (sucu-siones), dejarían vacíos que denominan «agujeros blancos». Los «agujeros blancos» se incorporarían a los gránulos y gotas homeopáticos. b) Dichos agujeros emitirían una onda electromagnética especial que, actuando sobre el hidrógeno de las moléculas de agua, generarían hiperprotones (una partícula subatómica que sólo los autores del libro conocen). c) Los hiperprotones dejarían escapar rayos beta (electrones) iguales a los que desprenden las sustancias radiactivas (radio, torio, tritio, etcétera). Respecto a las enfermedades, se dice: a) No existirían las enfermedades virales, bacterianas, cancerosas, cardiacas, hepáticas, intestinales, nerviosas, etcétera, sino únicamente patologías definidas por su contenido en hiperprotones. b) El cuerpo humano, en el plasma sanguíneo, también sería capaz de generar «agujeros blancos» al ritmo de las pulsaciones cardiacas. c) Estos «agujeros blancos» también producen ondas electromagnéticas; la resultante de las ondas de todo el cuerpo, llamada «onda remanente», sería el origen de todas las enfermedades; se explicaría porque esa onda es sensible a la gravitación universal. Así, en invierno, cuando las fuerzas de gravitación son más importantes, la onda remanente se vuelve tóxica y genera la afección. Únicamente los medicamentos homeopáticos serían capaces de actuar contra las enfermedades y lo harían por mecanismos que los científicos clásicos ignoran. Los «agujeros blancos» de los gránulos y gotas homeopáticos –a los que los jugos digestivos dejarían indemnes– se encontrarían con los «agujeros blancos» del plasma con lo que las ondas anormales de estos se regularizarían y la enfermedad desaparecería. Comentario. Todas estas afirmaciones de Beneviste y colaboradores no tienen apoyo en ninguna de las teorías científicas físicas, químicas y biológicas aceptadas hoy en día; sólo esos autores las respaldan, describiéndolas con un lenguaje ininteligible e inventando entidades que nadie conoce. Además, las experiencias que sostendrían sus afirmaciones no han podido ser verificadas por científicos reconocidos –incluido un Premio Nobel– en presencia del propio Beneviste. Analicemos dos puntos de sus afirmaciones. En primer lugar, la existencia de los «agujeros blancos». No es un secreto que, cuando se disuelve una sustancia en agua, las moléculas de esta pueden formar una capa de hidratación alrededor de las moléculas o iones del soluto; pero cuando el soluto desaparece, el agua vuelve a su estructura normal. En segundo lugar, la presencia de rayos beta en el agua no tiene nada de extraño; en efecto, el agua común tiene una pequeñísima proporción de tritio (hidrógeno 3) que es radiactivo y, por tanto, emite radiación beta. El tritio proviene del bombardeo del agua atmosférica por radiaciones de alta energía (rayos cósmicos); en dicha agua existe deuterio (hidrógeno 2) en la proporción de 1 a 7 000 con respecto al hidrógeno común (hidrógeno 1); y es el deuterio el que se convierte en tritio. Como dato anecdótico, recordemos que, hasta no hace muchos años, en la etiqueta de una conocida agua mineral uruguaya lucía su análisis químico, efectuado a fines del siglo pasado. Entre otros datos, allí se leía «ligeramente radiactiva», lo cual, en aquella época, suponía beneficios para la salud; hoy, desde luego, ese dato ha sido eliminado de las etiquetas. En enero de 1997,9 nos informamos de que, al cumplirse los doscientos años de creada la Homeopatía se acordó, en el Parlamento Europeo, constituir una comisión para evaluar esa actividad. Los homeópatas que integran esa comisión aceptaron como premisa que «de la experiencia pasada debe concluirse que las pruebas actuales son insuficientes para afirmar que la Homeopatía tiene una eficacia clínica». A confesión de parte... Los farmacólogos científicos no se niegan, ni deberían hacerlo, a esa evaluación, por lo menos para algunas enfermedades. No conocemos aún los resultados. Consideraciones finales En resumen, si las leyes de la física, la química, y la biología actuales son válidas, la Homeopatía no puede existir. Inversamente, si la Homeopatía es real, aquellas leyes deben ser desechadas. Aspectos positivos de la Homeopatía. Considerando el problema objetivamente, es posible atribuirle dos facetas positivas.En primer lugar, es dable emitir la hipótesis de que la práctica de la Homeopatía debió significar un gran beneficio para los enfermos del siglo xix que, así, pudieron verse libres de las sangrías a granel y de los inauditos medicamentos que figuraban en las farmacopeas de los siglos anteriores.5 En dichas farmacopeas se mencionaban, junto a centenares de yerbas, algunos medicamentos considerados, aún hoy, eficaces (quinina contra la malaria; sales de mercurio incluidas en diuréticos, antibacterianos, antisépticos, ungüentos cutáneos y laxantes; tónicos de hierro contra la anemia). Pero, además, se aconsejaban repugnantes productos usados desde tiempos inmemoriales, como pulmones secos de zorro contra la respiración jadeante, grasa de oso contra la calvicie, musgo raspado del cráneo de un convicto ahorcado y con las cadenas puestas (muy en boga), excrementos de moscas o de cocodrilos, y otros, medicamentos que cualquier bruja podía modificar según las circunstancias. Frente a esto, las ventajas de la Homeopatía eran claras: medicamentos inocuos, de gusto dulce, asociados a dieta, reposo e higiene personal. En segundo lugar, el empleo de la Homeopatía como placebo. Según la definición de la Real Academia Española, placebo es, en medicina, una sustancia que, careciendo por sí misma de acción terapéutica, produce algún efecto curativo en el enfermo, si este la recibe convencido de que esa sustancia posee realmente tal acción. Los placebos pueden usarse en dos circunstancias. Por una parte, en investigación clínica, como un control para probar la eficacia de un fármaco o bien en cualquier otro procedimiento terapéutico. Por otra parte, cuando para un determinado paciente la medicina científica no tiene ya ningún medio terapéutico que ofrecer. En tales sentidos, los preparados homeopáticos, por las características antes señaladas de total inocuidad, pueden ser tenidos en cuenta. En la gran mayoría de los casos, y como medicación de complacencia (del latín, placere, complacer), son los familiares de los enfermos los que solicitan la Homeopatía, y los médicos nos enteramos de ello indirectamente o no nos enteramos. Tales son los datos, seguramente incompletos, que poseemos sobre los intentos de hacer de la Homeopatía una rama científica de la ciencia médica. Su análisis crítico, recurriendo a conocimientos científicos actualmente irrefutables, lleva a la conclusión de que esa actividad no tiene ningún valor médico salvo el de placebo. Si, como se quejan los homeópatas, la comunidad médica ha tratado a la Homeopatía de charlatanería y fraude, la responsabilidad de ello recae exclusivamente sobre los homeópatas, que no han sido capaces, fuera de adorar a Hahnemann y a sus principios emitidos hace doscientos años, de mostrar un solo hecho verdaderamente científico que los respalde, pretendiendo que sean los farmacólogos quienes demuestren la verdad de sus dichos. Finalmente, ¿es lícito lucrar con una actividad que es producto de la más pura ficción? Referencias bibliográficas1 BENEVISTE, J., citado por Science et Vie, Francia, 1997, núm. 955.2 BENEVISTE, J. et al., Théorie des hautes dilutions et aspects espérimentaux, Polytechnien, 1996. Citado por Science et Vie, Francia, 1997, núm. 955.3 BERGMANN, J.F., citado por Science et Vie, Francia, 1995, núm. 248.4 GOODMAN y GILMAN, Las bases farmacológicas de la terapéutica, Ed. Médica Panamericana, México, 1991.5 HAGGARD, H., El médico en la Historia, Sudamericana, Buenos Aires, 1941.6 HOMEOPATHIC EDUCATIONAL SERVI-CES, 2124B, Kittredge St. Berkeley, CA 94704. Publicado por Internet, setiembre de 1997.7 «Los nuevos fármacos», Investigación y Ciencia, España, 1997, núm. 254. (Todo el número dedicado a este tema.)8 KLEIJNEN, J. et al., «Clinical trials of homeopathy», British Medical Journal, 1991, 302:516-518. Publicado (resumido) en Internet, setiembre de 1997.9 Mundo Científico, España, sección Ciencia y Sociedad, 1997, núm. 175.10 REILLY, D. et al., «Is evidence for homeophaty reproductible?», Lancet, 1994, 344:1601-1604.11 RUOFF, A.J.C., Guía del homeópata, Edicomunicación, Barcelona, 1992. (Reedición de la obra publicada en 1846.)12 SANDOW, N., publicado por Internet en setiembre de 1997, s/d.13 «Homéopathie. Le retour des fausses preuves», Science et Vie, Francia, 1997, núm. 955. Dr W Venturino http://www.smu.org.uy/publicaciones/noticias/noticias93/ |
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Usuario | Titulo: Las "bases científicas" de la homeopatía |
plof¡Adicto Total!6792 mensajes 0 Albumes (0 fotos) 0 perros (0 fotos) Sexo: Mujer Edad: 106 años Provincia: A Coruña |
Publicado: Tuesday 08 de January de 2013, 17:56
Chapeau!!! |
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Usuario | Titulo: Las "bases científicas" de la homeopatía |
mirumali¡Adicto Total!2351 mensajes 0 Albumes (0 fotos) 0 perros (0 fotos) Sexo: Hombre Edad: 68 años Provincia: Girona |
Publicado: Wednesday 09 de January de 2013, 10:36
Ittm dijo:Finalmente, ¿es lícito lucrar con una actividad que es producto de la más pura ficción? |
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Usuario | Titulo: Las "bases científicas" de la homeopatía |
ittmAntiguo Usuario |
Publicado: Wednesday 09 de January de 2013, 12:22
"Yo sería de aquella religión que no me hiciera tonto" |
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