La Leishmaniasis Canina es una grave enfermedad parasitaria producida por protozoos parasitarios del género Leishmania, en especial del Leshmania infantum, que se transmite a los perros a través de picaduras de mosquitos. Estos insectos se convierten en portadores de la enfermedad al picar previamente a otros perros enfermos de leishmaniasis. Su sencilla propagación y el hecho de que la leishmaniasis canina puede ser mortal, hace que la prevención sea el arma más efectiva para proteger a nuestra mascota.
Los insectos que transmiten esta enfermedad pertenecen a los géneros Phlebotomus (en regiones mediterráneas y tropicales) o Lutzomia (regiones tropicales y subtropicales), afectando en mayor medida en aquellos países o regiones con este tipo de climas, siendo en otras zonas más frías una enfermedad más focalizada.
En España, las regiones más afectadas por la leishmaniasis en perros son aquellas pertenecientes a la cuenca mediterránea y su época de más expansión se produce en los meses comprendidos entre el final de la primavera y el final del otoño, aunque nn los últimos años, los mosquitos aparecen cada vez más temprano en la temporada (principios de marzo). Los insectos culpables de esta enfermedad en estas regiones son el Phlebotomus ariasi, Phlebotomus perniciosus, Phlebotomus langeroni, Phlebotomus longicuspis y Phlebotomus longipalpis (que se mantiene activo todo el año), todos ellos caracterizados por una actividad nocturna y crepuscular, siendo particularmente activa al atardecer, al amanecer y durante la nocha.
En Sudamérica, la enfermedad de la Leishmaniasis tiene una mayor importancia y los casos de perros infectados se eleva en gran medida con respecto a España.
Como ya hemos indicado la leishmaniasis se transmite a través de las picaduras de mosquitos y afecta a todas las razas de perros. Los parásitos se multiplican en las células blancas de la sangre del perro, que son las encargadas de la defensa del organismo a agentes infecciosos, dejándolo desprotegido. El período de incubación de la enfermedad, es decir, el tiempo entre la infección y la aparición de los síntomas, puede ser de varios meses.
Recientemente, debido al aumento de casos de la enfermedad, se ha lanzado una hipótesis de que la leishmaniasis se podría contagiar de perro a perro, aunque no hay indicios de que se transmita ni por contacto directo, ni por secreciones, ni heridas, ni orina, ni heces…
Algunos perros pueden ser asintómaticos durante períodos de tiempo variables según su sistema inmunitario, puediendo variar semanas o incluso meses.
Los perros afectados, cuando comienzan a dar muestras de los síntomas de su enfermedad, pueden presentar:
El diagnóstico se realiza mediante pruebas serológicas, análisis de sangre, biopsia de piel, o citología de la médula ósea.
La leishmaniasis canina tiene tratamiento, y éste será más eficaz cuanto más precozmente se diagnostique. Cuanto antes se detecto y se acuda al veterinario menos avanzará la enfermedad y las secuelas que sufra nuestro perro no serán tan grandes. Una tardía detección podría llegar a atacar a órganos vitales del perro teniendo que llegar a recurrir a diálisis, transplantes... o causar incluso su muerte.
Hay que tener en cuenta que la leishmaniasis canina es una infección que a día de hoy no tiene cura, pero los medicamentos disponibles actualmente en el mercado pueden alargar y mejorar la calidad de vida de nuestro perro, llegando incluso a no percibir su enfermedad. Eso sí, es muy importante no olvidar nunca que la leishmaniasis en perros es una enfermedad crónica y por lo tanto estar alerta de posibles recaídas.
Los tratamientos constan de antimoniales pentavalentes: metilglucamina y estibogluconato sódico, cesiastes otros tales como la anfotericina B, la pentamidina y el ketoconazol.
Puden durar varias semanas y los fármacos utilizados se aplican mediante inyección o vía oral. Se trata de medicamentos caros que mejorarán la calidad de vida de nuestro perro pero no lo curarán.
Con todos los datos expuestos en este artículo queda claro que la prevención es, sin duda, el método más efectivo para evitar la leishmaniasis canina.
La lógica ya nos indica cuál es la primera forma para prevenir la leishmaniasis en nuestro perro: evitar el riesgo de sufrir picaduras de insectos. Para ello existen en el mercado sprays repelentes, pipetas y collares que ayudan las posibilidades (aunque no las eliminan) de recibir un picotazo indeseable. Si tu perro duerme fuera, se aconseja la utilización de mosquiteros durante la noche. Igualmente, en las zonas y fechas en donde el riesgo es mayor, se puede intentar sustituir los paseos nocturnos, los de primeras horas de la mañana o últimas de la tarde por paseos diurnos.
Recientemente, en el año 2011 y tras más de 20 años de investigación, se ha iniciado la comercialización de una vacuna que estimula el sistema inmunológico de los perros reforzando su resistencia a las enfermedades.
Cabe remarcar que la vacuna de la leishmaniasis en perros se utiliza únicamente como prevención de la enfermedad, es decir, sólo se administrará en el caso de que nuestro perro haya dado negativo en unas pruebas serológias previas, ya que no se lograría beneficio alguno.
Tras más de 20 años de investigación se lanzó al mercado, en el año 2011, la vacuna contra la leishmaniasis en perros. Su administración ha de ser realizada en perros sanos tras haber sido confirmado en un estudio serológico previo, y sus efectos serán la estimulación del sistema inmunológico de nuestro compañero, que verá reforzada su resistencia a las enfermedades.
También hay que tener en cuenta que la vacuna contra la leishmaniasis no elimina al 100% las posibilidades de contraer la enfermedad, por lo que sigue siendo aconsejable el uso de repelentes, especialmente en las zonas y las épocas más proclives al desarrollo de la enfermedad.
Las posibilidades de sufrir reacciones secundarias negativas a la vacuna son escasas y sus síntomas de escasa gravedad. Entre los efectos secundarios descritos se encuentra la posibilidad de que nuestro perro desarrolle, en la zona en la que la ha recibido, inflamaciones, enrojecimientos, endurecimientos o dolores, todos ellos de carácter temporal, y poco preocupantes, que deberían desaparecer a los pocos días.
Asimismo, nuestro perro podría dar muestras de apatía, sufrir algún trastorno alimenticio o algo de fiebre, que serán más frecuentes tras la administración de la vacuna. También existe alguna posibilidad de desarrollar alguna alergia.
Debido a la existencia de estos efectos secundarios, existen opiniones dispares entre los defensores y los detractores de la administración de la vacuna de la leishmaniasis a nuestros perros, aunque la reducción de las probabilidades de la contracción de la enfermedad es un hecho. En nuestro foro puedes encontrar muchas opiniones de usuarios sobre la vacuna de la leishmaniasis.